LOS VALORES HUMANOS-CRISTIANOS:
“La
familia, formadora de valores humanos y cristianos”, “se hace cada vez más
común una mayor conciencia sobre los valores en la familia y en la sociedad”.
“Esta
conciencia nos remite a la esencia misma del ser humano en quien pugnan dos
tendencias naturales y propias de toda persona, las puramente biológicas, que
responden a exigencias de los sentidos, como el placer, el poder y toda forma
de relación centrada en el provecho personal sin referencia alguna a principios
superiores del espíritu. La otra tendencia es la espiritual y racional fundada
en su condición de ser racional, inteligente y espiritual”.
La
familia, la sociedad, la escuela, constituyen el medio natural para la
transmisión de los valores propios de la persona humana, creada para vivir en
familia y en sociedad.
“¿Con
qué criterio de valor puede considerarse la acción de un profesor que vende las
notas de un examen? ¿Un niño que lleva a casa un peluche y sus padres no
preguntan cómo lo consiguió? ¿Un jefe de oficina que se pone a vivir con su
secretaria a escondidas de su esposa? ¿Será deshonestidad o simplemente
astucia?”.
La
mayoría de los valores que sirven para guiar la conducta humana, si no todos,
son valores adquiridos y se adquieren básicamente en la familia.
¿Cómo
lo hace?– la familia concibe, construye y vive sus propios valores. En primer
lugar construye su propio laboratorio social: el niño aprende como vivir en
familia y en sociedad y ambas deben estar en capacidad de construir y afianzar
sus valores.
“En
consecuencia, si el objetivo es recuperar o robustecer la capacidad de la
familia como educadora de valores, estimulemos a todos: padres, madres y
maestros a un trabajo mancomunado para fortalecer valores de: verdad,
amabilidad, diálogo, honestidad, comprensión y respeto, solo entran a formar
parte de la vida de un niño cuando la familia es capaz de transmitirlo en su
propio núcleo familiar”.
“Si
la familia, la escuela y la sociedad no transmiten los valores necesarios para
vivir en ellas como seres humanos nadie tiene derecho a quejarse de que la
familia y la comunidad se conviertan en un infierno, donde la persona más
cercana pueda considerarse un enemigo o un peligro”.
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